De Medellín a San Clemente (Risaralda)

El domingo tocó madrugar, para coger el autobús de las 8.00. Anoche me había acostado tarde, pero la música y ambiente festivo de los vecionos a penas dejó dormir a más de uno de la comunidad. Cuando a las 7.00 Merardo y yo salimos de casa para ir hasta la estación de autobuses, los vecinos seguían de fiesta (al ritmo latino, el baile que nunca para). Como no pasaban autobuses nos tocó coger un taxi. Al llegar a la estación, cuál fue nuestra sorpresa que no nos dejaban comprar el billete, pues no salían autobuses hacia san clemente desde el sábado a las 17.00 porque había habido 3 derrumbes en la carretera y estaba cortada. No se sabía si se iba a tardar en arreglar o no. Nos arriesgamos a esperar hasta que avisasen de la apertura de la vía y cual fue nuestra sorpresa, que por suerte a las 8.30 nos avisan para que compremos el billete ya que habían habilitado un carril.

El viaje de Medellin a San Clemente es precioso (propenso al mareo pero bellísimo), me recordaba a estar en pirineos, por carreteras estrechas, de CURVAS y a gran gran altura, con unas vistas impresionantes. Hacía muchísimo calor por lo que es costumbre viajar con la puerta del autobús abierta, pero.... cuál fue la sorpresa que al pasar por un charco, entró de lleno barro y agua salpicando a los jóvenes que estaban de pie cerca de la puerta y a todos los que estaban sentados delante del autobús..... los pasajeros quedaron mojados, manchados, el pasillo quedó inundado, pero no se oyó ninguna queja y fueron los mismos pasajeros los que se pusieron a limpiar el autobús por dentro después de quitarse la ropa mojada y escurrirla por el pasillo. Llegamos al punto donde había sido el derrumbe, y qué derrumbe, toneladas de piedra y roca acumulados y apilados en un carril de la carretera, al que daban paso por turno. El derrumbe había afectado a una casa, a una familia que se encontraba sacando sus enseres (o lo que quedaron de ellos) a la calle. Más adelante pudimos ver otros dos derrumbes un poco más pequeños que hicieron que nos demoráramos más en el viaje. Tras una parada de descanso seguimos y después de 6 horas de viaje, por fin llegamos a San Clemente. Menardo es de Guática, un municipio más grande que San Clemente, a 10 minutos.
Llegamos, almorzamos y enseguida vino el padre Jose Mari Gutiérrez y Orlando, un joven indígena chocoano que está estudiando bachillerato y el año próximo entrará si Dios quiere en el prenoviciado (Palermo - Bogotá), con ellos vive el hermano Sebastián que en estos momentos se encuentra en Roma y la fraterna Sandra quien colabora a nivel pastoral en las veredas.
Fui con Jose Mari y Orlando a una vereda llamada "Naranjal" a media hora en carro por un camino de piedra, pura senda (como la entrada al campamento este año), la senda era de subida y bajada todo el rato, menos mal que Jose Mari es un experto conductor y sabe esquivar los hoyos muy bien.


Alli se celebró misa en la escuelita del pueblo (de madera). Allí hay fincas, casas con terreno donde se dedican a la ganadería y agricultura. Son unos 150 habitantes. En las veredas también van llegando desplazados (aunque no aparezcan como tal) y es que el tema conflictivo ha hecho y hace que cientos de familias se desplacen a lugares más seguros. Tras la eucaristía, de regreso a la casa y ya allí, cenar, hablar un poco y a la cama. (el cansancio del viaje se nota).